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Celebramos con gran alegría la beatificación de Monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980.

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  El culto a los santos y los procedimientos usados para alguien sea así declarado, son con frecuencia ambiguos. Esta forma de religiosidad- la veneración a los santos- se ha mantenido en todo el mundo católico durante siglos.  Aunque  respetamos los sentimientos religiosos de  tantos católicos, nosotros creemos que el culto a los santos debe estar basado en el Evangelio.

  “Somos Iglesia” tiene un punto de vista crítico hacia este culto  y de manera especial en estos últimos años ya que la mayoría de los santos que se han proclamado proceden de congregaciones religiosas y en concreto, son sus fundadores. En muchos casos se ha dado preferencia a los miembros de grupos conservadores de nuestra iglesia.  

    Otra razón de nuestra preocupación es la canonización de varios  de los últimos papas, ya que parece ser un procedimiento usado por el Vaticano para resaltar más el prestigio y poder del papado.  

  Sin embargo, esto no significa que no debamos honrar a los cristianos que han sido testigos del Evangelio de manera extraordinaria.

   Tal es el caso del asesinado arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Romero. ¡Nuestra alegría por San Romero!

 Con gozo participaremos el 23 de mayo en espíritu y oración en la gran manifestación de alegría del pueblo de El Salvador.

 

  Monseñor  Romero fue honrado por su pueblo ya inmediatamente después de su asesinato. Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación y pronto se le empezó a llamar  “San Romero de América” y “San Romero del mundo”. Romero ha sido considerado santo en el sentido real en todo el mundo católico.

 Después de haber sido ignorado por la Iglesia Oficial durante 35 años, esta consideración de santidad ha permanecido en el papa Francisco, que es latinoamericano,  y finalmente se ha reconocido el martirio de Monseñor Romero.

   Durante treinta y cinco años ha habido fuerzas poderosas, tanto en el Vaticano como en El Salvador, que han frustrado con éxito cualquier reconocimiento oficial de Monseñor Romero aun cuando otras confesiones religiosas ya habían dado ese paso.

   La Iglesia Anglicana ha situado su efigie entre los grandes profetas de nuestro tiempo en la Abadía de Westminster, en Londres.

   Monseñor Romero es el símbolo planetario de una fe comprometida con la defensa de los oprimidos y de ser voz de los sin voz.  

   Romero representa a todos los mártires latinoamericanos de la segunda parte del siglo pasado: miles de monjas, líderes campesinos y comunitarios, sacerdotes y obispos asesinados por regímenes que  se proclamaban a sí mismos católicos. 

   Monseñor Romero nos mostró una manera diferente de ser iglesia: él fue capaz de aunar la religiosidad tradicional y popular con la defensa de los oprimidos y la resistencia a la violencia y opresión. 

   Poco después de ser nombrado Arzobispo de San Salvador, las muertes de su amigo jesuita Rutilio Grande y otras personas que iban con él, tuvieron como consecuencia que Romero se enfrentase al gobierno de El Salvador rehusando a asistir a la toma de posesión del presidente y  que tomara la decisión de que hubiese una única misa en San Salvador la semana siguiente en la cual denunció el asesinato del padre Grande o el creciente número de asesinatos de catequistas.

   Durante los tres años siguientes Romero defendió con firmeza los derechos de su pueblo contra la represión creciente del ejército salvadoreño y sus escuadrones de la muerte, fundados por el gobierno de Estados Unidos.

  Por tanto Monseñor Romero no fue solamente un lector de la Teología de la Liberación sino que llevó a la práctica sus valores.

  Romero fue un signo de contradicción y debe seguir siéndolo.

  "Somos Iglesia” participa con alegría y en el espíritu de la fe en este momento importante para nuestra iglesia y para todas las Iglesias.

   Es importante caer en la cuenta de que Romero no fue asesinado por ateos o miembros de otras religiones. Su muerte es un ejemplo de martirio "in odium fidei" (odio a la fe) pues fue asesinado por otros católicos que iban a misa y que se consideraban a sí mismos los verdaderos creyentes en el Evangelio y que querían defender a Dios y sus “valores” católicos.

  Romero tiene que permanecer en la Iglesia y en la Sociedad en primer lugar como un fiel seguidor de Jesús de Nazaret que denunció las injusticias de su tiempo abiertamente y con valentía.

  Romero siguió a Jesús fielmente y como él denunció las injusticias y pidió justicia para su pueblo. Como Jesús, Romero también murió asesinado por su lucha a favor de la verdad y la justicia.

   Estos son los valores por los que Romero luchó y así permanece como testigo.

Mayo 2015

International Movement We Are Church (IMWAC)